En clave Stakhovsky

“¡Golpea un tiro normal!”. El grito de un Ernests Gulbis desesperado, al que desborda la rabia por lo angustioso del partido, debió cruzar el Támesis y escucharse en la otra punta del río. Ante el ucraniano Stakhovsky, un amante del hoy marginal juego de saque y red, se diluyeron sobre la hierba de Londres las aspiraciones del colorido talento letón (derrotado 6-4 6-3 7-6(5)), quien amenazara días atrás hasta las semifinales de Roland Garros.

Fue una sesión de acoso y derribo, con apetito de cinta como elemento de distracción. Sergiy, el mismo que en 2013 derribara en segunda ronda a Roger Federer, el costalazo de Grand Slam más prematuro que jamás recibió el suizo desde que alzara su primer major en 2004, volvió a copar la atención al despedir sin piedad al número 12 del mundo. De nuevo el primer miércoles, cuando la hierba conserva la ponzoña de las jornadas de despegue.
Como sacado del tenis añejo, el ucraniano se abrió paso buscando el campo donde antes, por la insistencia en el acercamiento a los nudos, se abrían heridas pero la hierba hoy queda virgen ante la prevalencia del fondo. En mitad de cancha se extiende una alfombra para expertos, un resbaladizo coto privado para osados que coordinen el tacto en los pies y precisión en las manos.
El resumen estadístico muestra equilibrio en las aproximaciones (las 38 de Gulbis, por las 45 de Stakhovsky), pero el frío número no desvela la forma: Ernests, un mortero, entró en pista por la inercia de su primer tiro de fondo. Sergiy, un autómata del avance, buscó a conciencia fundirse con los nudos. “Todo el crédito para él” concedió un abatido Gulbis. “Por eso tumbó a Roger el año pasado.  Por eso pudo con él sobre hierba. Tiene un buen plan de juego. Entra, quema la pelota, niega cualquier ritmo”.
Comparado al terremoto de 2013, generado con la resonancia extra de una Centre Court abarrotada, lo desatado en el rincón de la Court 12 fue una leve réplica. No obstante, la primera caída de uno de los 16 mejores, de esos llamados a cruzar el ecuador y competir por la segunda semana del torneo, lleva la firma del gran verdugo del pasado año. El primero en dar un verdadero paso al frente y cuestionar el orden establecido. Uno de los últimos fieles al estilo clásico seduciendo en uno de cada cuatro puntos como más le gusta a Wimbledon: recitando cerca de la cinta.
 
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