El fútbol, como la vida, siempre te brinda una segunda oportunidad

La vida es el fútbol. Y el fútbol es la vida. Una subsistencia que apremia la constancia, que honra la modestia, que glorifica el esfuerzo. Una gallardía a la que rinde culto Miguel Ángel Calleja, uno de tantos desconocidos que llevan por bandera al deporte rey, convirtiéndose en partícipe principal de la belleza de este juego.

Calleja se retiró del fútbol con la entrada del nuevo milenio para predicar con el ejemplo más lúdico de la vida, ante la obligación de cuidar de su pequeña de dos años, una savia nueva que relegó a un segundo plano a lo que ya se antojaba como imposible práctica de fútbol. El cúlmen a una dilatada carrera que se curtió en el barro de tercera y obtuvo su punto más álgido en el Real Oviedo de Javier Irureta, que le brindó la oportunidad de militar en la élite española.
No obstante en su empeño de continuar el legado se hizo preparador de porteros, recayendo años más tarde en el Ferriolense balear, que milita en la tercera división. Un destino que aún le tendría guardado un último premio, una postrera oportunidad de brillar en aquello que tantas noches de sueño le privó.
Un guardameta que buscó minutos fuera de la isla y un segundo apartado ocasionalmente por un viaje, acompañado de la incapacidad para traer un fichaje y la ausencia de juveniles. Cuatro premisas que parecen resultar casuales, pero ya se sabe que en el fútbol no existe de eso. Cuatro condiciones para quebrar la cabeza de Álex Calero, un entrenador obligado a reinventarse en busca de un arquero disponible.
Y ahí llegó la oportunidad de Miguel Ángel Calleja. Un preparador de 47 años, olvidado de lo que era la competición y que obtuvo la oportunidad de ayudar a los suyos. Tres lustros más tarde, el guardameta volvió a vestirse de corto para ayudar a los suyos en la cita doméstica. Finalmente, el destino hizo gala de su belleza y le apremió con un triunfo por 2 goles a tres.
Tres puntos valedores de una sexta plaza que los mantiene en la pugna por los play offs de ascenso, en la lucha de un sueño que no conoce las taras, que está empeñado en cumplirse. Un triunfo que "fue una fiesta", en palabras del propio Calleja. Un experimentado hombre que no pierde la modestia, en una cita que "nunca olvidaré" y que incluso fue valedora para apodar a los goles rivales, que fueron "preciosos".
La historia de aquel que luchó cumplir su sueño, el mismo que cayó relegado a un segundo plano ante el nacimiento de savia nueva. La que le regaló el camino de la docencia para acabar retomando su fantasía, la de vestirse de corto y disfrutar del deporte más bello del mundo.