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Fútbol y numerología, sentido y sin sentido de los dorsales

Fútbol y numerología, sentido y sin sentido de los dorsales

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El escritor argentino Eduardo Sacheri se queja, en uno de sus textos, de la pérdida de sentido que han tenido los números en los dorsales de los jugadores que antes se identificaban claramente con la posición de cada uno.Rodrigo Zuleta
Al parecer, la primera vez que se usaron números en la espalda de los jugadores en un partido de fútbol fue en la final de la Copa de Inglaterra entre el Everton y el Manchester City en 1933.
En aquella ocasión, los dos equipos se repartieron los número entre el 1 y el 22. Los jugadores del Everton tuvieron los números del 1 al 11 y los del City del 12 al 22.
A partir de 1939 en las competiciones inglesas se hizo obligatorio el uso de números para todos los equipos.
La relación entre un número determinado y la posición que un jugador ocupa en el campo viene probablemente de los tiempos en que los equipos jugaban con un esquema táctico 2-3-5.
El 1 era el portero, como sigue siéndolo habitualmente, el 2 y el 3 eran los dos defensas, el 4, el 5 y el 6 para los centrocampistas y los números restantes para los cinco delanteros.
Con el cambio de sistemas tácticos -primero a la llamada WM y luego al 4-3-3 y a otros más complicados- esa relación se hizo menos obvia.
El 7 y el 11 siguieron siendo en principio los extremos y 9 el centro delantero pero el 8 y el 10 se echaron un poco atrás, convirtiéndose en el volante creativo y en el volante mixto.
Hasta ahí, puede que en cualquier parte del mundo se entienda lo que se dice cuando alguien explica que fulano juega de 11 o de 10 o de 8. Pero de ahí para atrás la cosa resulta más compleja.
El primer problema es el del doble pivote que, por ejemplo, en Argentina se llama doble 5 mientras que en Alemania se llama doble 6.
El 5 en Alemania no es un volante de marca sino un defensa central, concretamente el líbero, en tiempos en que se jugaba con líbero y "stopper", probablemente porque ese fue el número de Franz Becekanbauer que se lo llevó con él hacia atrás cuando decidió retrasar su posición, cansado de recibir patadas en el centro del campo.
El otro central, el stopper, era el 4 para el que incluso había un cántico de la hinchada (Nummer vier, halb Mensch und halb Tier) que al traducirlo al español -número cuatro, mitad humano y mitad animal- pierde la rima pero mantiene el sentido. En el Bayern de los setenta y en la selección alemana de 1974 el 4 era Georg Schwarzenbeck.
Los dos defensas del 2-3-5 al parecer se abrieron y quedaron convertidos en laterales, uno juega de 2 y el otro de 3.
El último Mundial en el que la mayoría de los titulares del campeón tuvo los números del 1 al 11 fue el de México 70. La excepción fue Everaldo, un lateral izquierdo que llevaba el 16 a la espalda.
Cuatro años después, en la selección alemana campeona del mundo las cosas eran distintas. Sólo el portero, Sepp Maier con el 1, y los defensas tenían los números habituales.
Del centro del campo para adelante la numeración ya era anárquica. El 10, que era Wolfgang Overath, llevaba el 12 a la espalda, el 9, que era Gerd Müller, llevaba el 13 y el que llevaba el 9, Jürgen Grabowski, jugaba de 7.
En el otro finalista, Holanda, la aparente anarquía era aún mayor aunque partía de un orden preciso ya que se había decidido repartir los números por orden alfabético con una sola excepción, puesto que a Johann Cruyff se le permitió mantener el 14 que era parte de sus señas de identidad.
Si se acepta la idea de que fue la Holanda del 74 la que creó el desorden, se puede pensar también en que la anarquía numérica puede tener también que ver con el fin de las posiciones fijas y una mayor movilidad de los jugadores en el campo, que caracterizó el "fútbol total" de la naranja mecánica.
Los números, en todo caso, no tienen que ver sólo con una posición y algunos jugadores se los llevan consigo cuando cambian su demarcación en el campo. Lothar Matthäus, por ejemplo, siguió llevando el 10 a la espalda cuando dejó el centro del campo para pasar a jugar de líbero.
Otros tienen historia especial como el 13 de la selección alemana, que una vez llevó Gerd Müller y que ahora lleva su tocayo de apellido, Thomas Müller. Darle el 7 o el 9, como corresponde a las posiciones que suele ocupar, sería renunciar a un poco de magia.

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