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Un recorrido distinto invita a la lucha cuerpo a cuerpo entre aspirantes

Un recorrido distinto invita a la lucha cuerpo a cuerpo entre aspirantes

DMQ
Foto autor
Daniel Moya
Recorrido del Tour.
Recorrido del Tour.

 El Tour de Francia de 2017 se sale de la norma, de los rígidos cánones y parámetros que hasta el momento marcaban, sobre todo, su estructura de carrera. Con semejante afirmación, cabría esperar una apuesta valiente, arriesgada, innovadora. Tampoco es tan así, pero sí le da un papel central al pelotón. Los ciclistas harán bueno el recorrido si mantienen una actitud ofensiva. El recorrido es un guiño al ciclismo ofensivo. No en vano, el director del Tour, Christian Prudomme lo calificó “para atacantes”. El punto débil, una tercera semana más suave de lo habitual.

 
Sobre ASO, entidad que organiza el Tour, recae un temor que se ha vuelto absoluto en los últimos años: el dominio absoluto de un corredor. ¿Cómo evitar que la carrera quede casi finiquitada con poco? El dominio de Chris Froome en los tres títulos que ha conseguido ha acentuado la pregunta. El británico tiene pocos rivales contra el crono, por lo que la modalidad ha quedado reducida al mínimo. Si en la montaña también se muestra fuerte, aunque no siempre con tanta superioridad, se plantean tramos en descenso que limen diferencias y provoquen cautela en los ciclistas.
Así, el Tour de 2017 se configura con unos exiguos 36 km contrarreloj, repartidos en el prólogo y en la penúltima etapa, y pocos finales en alto, de los cuales dos son dificultades de tercera categoría. Grandes colosos muy lejos de meta en vez de finalizar al revés la etapa. En definitiva, el Tour no quiere llegar con la carrera demasiado definida hasta el final. Cabe plantearse si un mayor kilometraje contra el crono sería beneficioso para el espectáculo. Si los escaladores tienen la necesidad de remontar, deberían buscar recovecos para recortar las distancias. El recorrido, por tanto, deja un beneplácito a su favor. 
El Tour de 2017 presenta terreno para disposiciones tácticas interesantes que pueden hacer de la carrera un festín de ciclismo ofensivo. Ante un terreno conservador, la invitación puede ser toda la contraria, la de emboscadas y apurar allí donde parece no haber. El recorrido puede tornarse en éxito si la mentalidad del pelotón acompaña. De ello dependerá en gran medida este Tour. Nada nuevo, en cualquier caso.
Sí que sorprende la ausencia de grandes puertos muy conocidos como el Tourmalet o Alpe D’huez. En Francia se optará por algo distinto, pero con pretensión de ser agradecido visualmente de cara al espectador. El Tour se presenta con una lucha cuerpo a cuerpo, evitando la parsimonia de esperar hasta los últimos 3 km del puerto para atacar. Claro que, ni tanto ni tan calvo. Se abusa, demasiado, de bajar la meta de la cima de los puertos.

Inicio en Düsseldorf… y montaña en la 5ª etapa

Con frecuencia el Tour ha salido fuera de las fronteras de Francia para iniciar sus primeras etapas. Cuestión que otras grandes vueltas han seguido con el objetivo de internacionalizar sus carreras. Düsseldorf, al oeste de Alemania, acogerá el punto de partida inicial de la Grande Boucle con un prólogo de 14 km. He aquí el primer matiz: de prólogo no tendrá nada. Esos 14 km suponen más de un tercio del kilometraje que habrá contra el crono en todo el Tour. Es decir, que los favoritos deberán correr la primera de las etapas como si fuera decisiva. Chris Froome o Richie Porte, grandes especialistas en la modalidad, lucharán por distanciar en algo a escaladores puros. Comienzo intenso y emocionante, pero aquel que se deje más de 40 segundos contra el resto de rivales por la general habrá fallado. Será una jornada, también, para aquellos especialistas contra el crono que buscan una victoria para sus equipos. Corredores como Primoz Roglic o Tony Martin serán los favoritos.
Inmediatamente vendrá la primera oportunidad para los sprinters en Lieja, bastión clásico del ciclismo. Tras acabar en Bélgica el Tour se encaminará ya a casa, con un final en la Côte des Religieuses, de tercera categoría, en Longwy. Tal como lo ha hecho la Vuelta a España, pequeñas dificultades que den movimiento a la carrera. No habrá grandes diferencias. La gran novedad llegará en la quinta etapa, donde la carrera francesa coronará La Planche des Belles Filles. Si la montaña generalmente se reservaba para el final de la primera semana, como mínimo, en la edición de 2017 ya habrá un puerto que marque diferencias en el quinto día. Con tan pocos finales en el alto, los escaladores puros habrán de aprovechar estas oportunidades.

Tres Hors Categorie para cerrar la primera semana

Tras La Planche des Belles Filles volverán los velocistas a tomar la carrera, salvo inesperada victoria de una fuga que a buen seguro se mostrará combativa. Serán días tranquilos para quien deba defender el amarillo, pero la calma acabará con la llegada del fin de semana. El sábado, en la octava etapa, se llegará hasta la Station des Rousses, con ascensión previa a un primera como el Montée de la Combe de la Laisia Les Molunes. Un nombre casi más largo que la altitud del puerto, que tampoco presenta desniveles excesivos. Quien consiga abrir hueco en la parte final tendrá que soportar una persecución de 12 km hasta final de etapa en un terreno rompe piernas. No parece destinado a abrir grandes ventajas.
Pero uno de los días grandes del Tour llegará en la novena etapa, justo al día siguiente. Etapa de sentarse en el sofá y que las piernas propias se tensen del esfuerzo visual. Cuando los ciclistas vean la meta de Chambery habrán ascendido tres colosos, tres puertos de categoría especial como el Col de la Biche, el Grand Colombier y el Mont du Chat. Una etapa muy parecida a la disputada en el Dauphiné de hace apenas unas semanas y que provocará diferencias. Quien vaya rezagado habrá de jugársela en el descenso. Simplemente, con el único deseo de sacar tiempo, no quedará más remedio. Este es el terreno del Tour de 2017, nadie deberá esperar a más nada. Con tanto desnivel, en tres puertos explosivos, duros, que destrozan las piernas de los corredores, la etapa servida puede ser preciosa. Casi más etapa reina que las alpinas. El Tour cogerá forma. Si hay algún competidor con destacadas fuerzas sobre el resto puede soltar un pico en tiempo interesante. La carrera no quedará definida con tantas etapas por delante, sino abierto a un ciclismo ofensivo sin temor a perder lo que no se tiene.

Segunda semana de paréntesis

Más allá de las etapas para los sprinters en Bergerac y Pau, la segunda semana ostenta algunos perfiles interesantes si el pelotón opta por una carrera al ataque. Se llegará hasta Peyragudes, previo paso por su antecesor, el Col de Peyresourde, y del Port de Balès, de categoría especial. Será una etapa para que aquellos que hayan perdido tiempo, tengan la oportunidad de darle un vuelco a la clasificación. El terreno es duro y el Peyragudes posee rampas agónicas al final. De hecho, quien consiga escaparse en el Peyresourde tendrá una rápida bajada en la que poner nervioso a quien se haya quedado atrás. Quien espere hasta esta etapa para abrir grandes distancias, probablemente yerre en su estrategia. Para ganar el amarillo no sólo bastará con los finales en alto.
Pero la etapa ideal para emboscadas es la decimotercera, con final en Foix. El kilometraje es demasiado corto (101 km), pero eso hará a que la carrera salga disparada desde el fin de la salida neutralizada. Tres primeras se abrochan entre medio, que a un ritmo más elevado de lo normal pueden hacer acusar el esfuerzo de casi dos semanas de competición a cualquiera. De nuevo se antoja un día en el que probarlo.
El fin de semana llegará con un muro en Rodez, donde quizás se limen algunos segundos que pueden apretar más la carrera con las bonificaciones, o con la llegada a Le-Puy-en-Velay, con el Col de Payra Taillade demasiado lejos de meta. Probablemente se quede en recorrido intrascendente, no tanto por falta de voluntad, sino porque no parece un terreno lo suficientemente duro como para abrir brecha.

Poco fin de fiesta

La gran laguna. Acostumbrados a una tercera semana en la que los últimos días las rampas deciden prácticamente el ganador, el Tour de 2017 deja frías esas expectativas. Dos etapas de montaña y una contrarreloj, pero no como esfuerzos concatenados. El miércoles, camino de Serre Chevalier, habrá carretera para que los favoritos jueguen las últimas bazas. El Col de la Croix de Fer, el Col du Télégraphe y el Col du Galibier formarían una etapa fantástica si la meta estuviese en este último puerto. Pero desde el Galibier hasta la meta habrá casi 30 km. El descenso, sí es cierto, es peligroso. Una persecución en él puede ser fatídica, de infarto.
Al día siguiente la etapa acabará en Izoard, un puerto de categoría especial, que va de menos a más, y que pondrá el cierre a la alta montaña. Con este panorama, el recorrido de las dos primeras semanas sube exponencialmente su valor, porque en la tercera será francamente difícil recortar grandes desventajas. Esto obligará a que los favoritos quieran jugársela antes, sobre todo, si se dejan tiempo perdido en alguna de ellas. Buscar llegar sin mucho cuerpo a cuerpo a estas dos últimas etapas de montaña será soporífero para la carrera.
Una etapa de más de 200 km, pero de “trámite” para la general, separa al Izoard de la crono de Marsella, de 22’5 km. La contrarreloj será la que establezca la clasificación final, pero de nuevo se antoja demasiado corta como para provocar grandes diferencias. Posee una pequeña cota de 1’2 km al 9’5%, pero será para especialistas. Acabada la etapa en Marsella, traslado hasta París, donde esperará el paseo triunfal por los Campos Elíseos de París. El Tour de Francia habrá acabado.
Un recorrido distinto, conservador en tanto que pretende limitar superioridades para mantener la emoción. El Tour innova. Las 21 etapas se disponen al enfoque que el pelotón quiera hacer de ellas. Como fue siempre, en realidad. Si hay un ciclismo ofensivo, el recorrido del Tour puede catalogarse como todo un acierto. La ausencia de un terreno definitivo en las etapas arrojará a los favoritos a moverse en busca de alternativas. Y la presencia de una tercera semana más suave de lo habitual pondrá el foco en las dos primeras, por lo que se dan los condicionantes para que el pelotón libere presiones y se juegue las cartas desde primera hora.  Un guión precioso que habrá de ser refrendado. Este año, más que nunca, parece eliminarse el término medio. Gozo o tostón. Sólo por ser el Tour, el mes de julio ya tiene tres semanas redondeadas en rojo. ¡Vive Le Tour!

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